viernes, 16 de febrero de 2018

El bosque


Puedo verlo, lo percibo sentado en el parque al cerrar los ojos de la cara: somos un bosque.
Cada uno es un árbol, conectado y mamando de la madre Tierra y recibiendo el Sol y el Agua que nos da vida. Llamados a crecer juntos, en ecosistema, interrelacionados y respetando una distancia entre nosotros, sin hacernos sombra. 

El tronco y las ramas con sus hojas (lo visible), me habla de lo que somos individualmente. Las raíces (lo que no se ve) representa aquello que somos colectivamente, lo que nos conecta, nuestros lazos.

Miro el bosque de la vida y parece una imagen estática, los árboles inmóviles con un lento, casi imperceptible crecimiento.  Pero cuando cierro los ojos observo la Vida que fluye dentro:
Nuestras hojas son manos abiertas al abrazo, al encuentro con el otro.
Las flores son la expresión de la alegría y la belleza interior.
El tronco es el canal por donde suben y bajan sensaciones, pensamientos, emociones, desde la conciencia que está en las raíces profundas hacia la sensibilidad de las ramas más finas.
La voz nos la prestan los pájaros, el viento y el susurro del chorro del estanque.
Los árboles que ya no están en pie pasaron a formar parte de la Tierra y siguen realimentando al bosque.
Nuestras raíces entrelazadas bajo la tierra forman una red que sostiene al conjunto y le da estabilidad, como queriendo decir que el único camino es la Unidad.
Por encima de todos, el Sol, origen de la Vida, que nos trata a todos por igual.

No está escrito en ningún sitio, pero más allá de la mera supervivencia, subyace el compromiso y la gratitud por la vida, la de cada uno y la del Bosque que nos abraza.

Sentado en el parque, siento la vibración de la vida palpitando desde las raíces hasta las copas. Noto mi vida entrelazada con la de todo ser humano, todo ser viviente, todo Ser, Todo.

Carlos de Vera

domingo, 29 de octubre de 2017

ENCUENTRO VOLUNTARIOS PRH

Os hacemos partícipes de algunos ecos de lo vivido en el último de nuestros encuentros de voluntarios.
Motivación, compromiso, equipo….
Esperamos que os alimente y estimule. Seguimos en contacto.


Proyecto GUINEA

La Asociación Amigos de Andre Rochais  impuelsa el Proyecto de Formación PRH "Guinea Ecuatorial"  del que os ponemos un enlace para conocerlo:


Y también una carta reciente de agradecimiento que se ha recibido de las participantes del curso ¿Quién soy yo, hoy?  que se celebró este pasado verano  y fue animado por parte de la Formadora PRH  Begoña Esparza:

lunes, 2 de octubre de 2017

PROTESTAR DAÑA EL CEREBRO

       
Patricia Marinho, coach

 Descubre por qué, cuanto más protestas, más refuerzas ese mecanismo de "protesta" en tu cerebro.
         


   Escuchar a alguien protestando seguramente te provoque ganas de salir huyendo de la persona malhumorada. La ciencia explica que una cascada de reclamaciones, además de llenar los oídos, afecta negativamente a tu cerebro y al funcionamiento de tu cuerpo. Peor: si eres tú la persona que tiene la costumbre de criticar a todo y a todos, el efecto también se aplica a tu salud mental.

        Pero parece que la costumbre de protestar acaba formando parte de nuestra vida una y otra vez, ¿verdad? Para evitar (o reducir) los daños, entrevistamos a la coach de alta performance y productividad Patricia Marinho, que enseña cómo debemos lidiar con las ganas de protestar, y consejos prácticos para levantar el ánimo de quien solo ve la vida en tonos grises. Entre otros consejos, enseña la “regla del agua” para mantener el optimismo cada día. ¿Qué tal probar?

        ¿Por qué protestar afecta negativamente al cerebro?

        El divulgador y científico de la computación Steven Parton publicó un texto en el sitio Curious Apes sobre cómo el hecho de protestar puede acabar con tu bienestar y el de los que te rodean, afectando directamente al cerebro de los individuos.
        Él explica que, con cada pensamiento que tenemos, nuestro cerebro se remodela, alterando la construcción física de la realidad. Esto sucede porque el puente que se forma entre las células nerviosas (las neuronas) acaba estrechándose cada vez más para producir ese pensamiento.
        “A lo largo de tu cerebro hay una colección de sinapsis separadas por un espacio vacío llamado espacio sináptico. Siempre que tienes un pensamiento, una sinapsis dispara un producto químico a través del espacio hacia otra sinapsis, construyendo así un puente por el que puede pasar una señal eléctrica, llevando consigo la información relevante que estás pensando”, detalla.

        Sinapsis

        “Cada vez que esa carga eléctrica se pone en marcha, las sinapsis disminuyen la distancia que la carga eléctrica tiene que atravesar. Por tanto, el cerebro está religado en su propio circuito, y se altera físicamente para hacer más fácil la realización de las sinapsis adecuadas – y esto hace que el pensamiento, en resumen, se produzca más fácilmente.”
        Junto a esa capacidad cerebral, está el hecho de que las sinapsis que tienes más fortalecidas definen tu personalidad. A fin de cuentas: ese pensamiento que se repite más dentro de tu cabeza refuerza los puentes dentro de la red de tus neuronas.
        “A través de la repetición del pensamiento, el par de sinapsis que representa sus inclinaciones se acerca cada vez más, y cuando surge el momento oportuno para que puedas formar un pensamiento, el pensamiento que gana es el que tiene menos distancia para viajar”.
        Esto significa que, cuanto más protestas, más refuerzas ese mecanismo de “protesta” en tu cerebro.

        Aceptación /disgusto

        Steven apunta a otro factor que hace que las protestas, a veces, destruyan a nuestro cerebro: la dualidad entre la aceptación y el disgusto, el amor y el miedo, el optimismo y el pesimismo. En una experiencia personal, el autor resolvió seguir, frente a situaciones buenas y malas, el precepto de “agradecer la experiencia y la lección”.
        “La naturaleza aprecia el caos, y nuestro cerebro no es diferente. Por eso es importante subrayar que ésta, obviamente, no es una práctica a prueba de idiotas que erradique completamente la negatividad de tu conciencia; a veces, la emoción es muy fuerte, y el par de sinapsis que llama la carga química será el negativo”, relata.
        “Pero, como cualquier músculo, si quieres ejercitar esas sinapsis ‘amorosas’, encontrarás una nueva fuerza innata que hará que el mundo brille con más frecuencia. También te darás cuenta de que eres mucho más feliz gracias a  tu bienestar”.

        Escuchar las protestas de los demás

        Cuando escuchas mucho bla-bla-bla negativo, tu cerebro se relaciona con la otra persona en virtud de las “neuronas-espejo”.
        En esta experiencia, la empatía con el otro hace que intentemos sentir la emoción que está sintiendo – y en ese momento, literalmente, “intercambias energías negativas” con tu interlocutor.

        Qué hacer para evitar la negatividad

        Patricia Marinho nos da 8 consejos de comportamiento para escapar de la gente “protestona”. Si eres una persona así, la especialista también orienta sobre la mejor manera de cambiar tu forma de ver las experiencias en la vida:

        1- “Somos el resultado de las cinco personas con las que más nos relacionamos”
        “Si estás junto a personas que sólo protestan, en breve te convertirás en alguien así también”, comenta Patricia.

        2 -La palabra tiene mucho poder
        “Si estás en medio de una crisis y dices que estarás así hasta finales de año, así será”, comenta la especialista. “Lleva optimismo a la conversación: ‘existe una crisis, sí. Pero ¿qué vamos a hacer para cambiar?”.

        3- Procura estar al lado de personas que son altruistas y optimistas
        “Un ancla constituye sólo el 10% del peso de la nave, y sin embargo, basta para detenerle. No dejes que nadie sea un ancla para ti”.

        4- Protestar es un hábito y, por ello, puede cambiarse
        “Nuestro cerebro tarda 21 días en entender que creamos un hábito. Después, se convierte en rutina.” Por eso, evita mantener actitudes negativas, como respuestas duras y mal humor.

        5- Intenta cambiar de tema cuando una persona se pone a protestar
        “Si dices ‘buenos días’ y esa persona responde ‘¿buen día de qué?’; pídele que respire hondo y que diga que el hecho de estar vivo ya es motivo para un buen día”.

        6- Si alguien protesta a tu lado, no hagas coro a la crítica
   “Ella habla mal de alguien y tú hablas bien. Un día, esa persona cambiará de comportamiento”, pondera la coach.

        7- Cambia de tema siempre que te sientas arrastrado por las energías negativas del interlocutor
        Si la persona protesta de algo, pregunta algo como “¿viste que el cielo está despejado?”, para forzarla a cambiar de asunto.

        8- No intentes corregir a esa persona
        Frases del tipo “sólo saber protestar” o “hablas muy mal” no funcionan, según la coach. “Cuando alguien hace una crítica, responde con algo positivo”.

        Consejo de oro: la regla del agua
        La coach sugiere un hábito a las personas que tienen la costumbre de protestar siempre. “Lleva una botellita de agua, y cada vez que pienses en hablar mal de algo, bebe agua y mantén el líquido en la boca”, explica. “Es un consejo que beneficia a la salud del cuerpo y de la mente”.
         

         

martes, 4 de julio de 2017

EL ATOMO Y EL SUEÑO

El contenido filosófico y moral de los descubrimientos científicos que nos han llevado a la Luna aún no ha penetrado en la mentalidad de la gente, ni siquiera en la de muchos científicos, políticos y profesores. Se funciona aún con la mentalidad científica del siglo XIX, mecánica y materialista, cuando la física cuántica subatómica y la física relativista astronómica señalan claramente la caducidad de los esquemas mentales establecidos hace tres siglos por Newton y Descartes.

La teoría cuántica, iniciada en 1900 por Max Planck, demuestra que la energía no se trasmite de modo continuo, sino a saltos, en paquetes llamados quanta; en desarrollos sucesivos, el príncipe Louis de Broglie establece que un corpúsculo subatómico como el electrón es, a la vez, partícula y onda, cosa imposible para la lógica aristotélica con que aún nos movemos. Poco después, también en los años veinte, Heisenberg establecía el principio de indeterminación que señala la imposibilidad de determinar la trayectoria de una partícula subatómica. Con ello, el principio de causalidad, en que se asienta la mecánica newtoniana y nuestra manera de pensar actual, se tambalea y es preciso dar entrada a leyes de probabilidad. Pero hay más.


El concepto de ondas de materia o partículas que son ondas, formalizado por Schrödinger siguiendo a De Broglie ha completado el proceso de desmaterialización de la materia. Al refinarse los aparatos para penetrar más allá de donde alcanza la vista, hacia los pequeñísimos fenómenos subatómicos, se ha descubierto que la materia no está hecha de bolitas sólidas, duras y tangibles, sino que esto es una mera ilusión debida al limitado poder de discernimiento de los conos y bastones en la pupila o de las células y neuronas táctiles. La realidad es mucho más fina, compleja y fugitiva que la filtrada imagen que nos dan de ella los sentidos. La sustancia de que están hechos protones, electrones y demás partículas es algo más bien parecido a la tela con que se tejen los sueños.

Se cumple pues, cómo no, la genial premonición del poeta, en aquellas mágicas líneas de Shakespeare, al final de La tempestad, cuando Próspero disuelve con su varita mágica el encanto del escenario y advierte a los hechizados espectadores: “Nuestras peripecias terminan aquí: estos, nuestros actores, como ya os advertí, eran espíritus y se funden en el aire, en el sutil aire, y como la fábrica de esta visión se disolverán, no dejando tras de sí ni las trazas: estamos hechos de la materia de los sueños y nuestra minúscula vida envuelta en ellos”. Y Píndaro: “La sombra de un sueño es el hombre”.

Curiosamente, si nos fijamos en la estructura formal del inconsciente, tal como Freud la ha tipificado por su análisis de sueños, alucinaciones y fenómenos parecidos, no podemos evitar sorprendernos ante la increíble semejanza entre ciertos aspectos de la psicología del subconsciente y la estructura del mundo subatómico. La disolución del principio de causalidad es común en los sueños y en el átomo. En el sueño volamos fuera de espacio, tiempo, causa y efecto, y lo absurdo parece plausible. Exactamente lo mismo sucede con las partículas en el mundo subatómico: hay electrones con tiempo negativo, es decir, que vienen del futuro, según dedujo Feynman, y hay partículas mellizas, según comprobó Alain Aspect, que quedan afectadas inmediatamente y a distancia por lo que le sucede a la otra. Los experimentos de Thomson hicieron pasar, aparentemente, un electrón por dos agujeros al mismo tiempo (sobre lo cual comentó sir Cyril Burt: “Es más de lo que puede hacer un espíritu”). En esta segunda mitad del siglo, la evolución de la física toma un giro todavía más surrealista: John A. Wheeler, de Princeton, propone la existencia de “agujeros negros”, hipotéticos pozos en el espacio intergaláctico donde la masa de una estrella apagada, que ha sufrido colapso gravitacional, se precipita a la velocidad de la luz, desapareciendo de nuestro universo. En estos apocalípticos sumideros del espacio, las ecuaciones de la teoría de la relatividad generalizada deducen que la curvatura del espacio se hace infinita, el tiempo se para y las leyes de la física se invalidan. La malla de incompatibilidades a la razón aristotélica que se da en los sueños resulta ser la más pura normalidad en los procesos subatómicos y galácticos.

Lo que la física moderna ha revelado, pero la sociedad aún no ha mentalizado, es que en el nivel microscópico los criterios de realidad son fundamentalmente diferentes de los que aplicamos en nuestro nivel; dentro del átomo nuestros conceptos de espacio, tiempo materia y causa no son válidos y la física se convierte en metafísica con un inesperado sabor a misticismo. La dicotomía cuerpo espíritu es exactamente tan real y verosímil, o irreal y absurda, como la dicotomía, observada en el laboratorio, materia onda. La física subatómica se mueve hacia el mismo sistema de categorías no espaciales, no temporales y no causales que el psicoanálisis descubre en el estudio del subconsciente. El modelo del universo que se tenía en el siglo XIX está anticuado y, dado que la mismísima materia ha sido desmaterializada, el materialismo ya no puede considerarse como una filosofía científica. Creo que por esta confluencia del átomo con el sueño puede hacerse real el mundo de la inteligencia artificial y del robot humano.


Luis Racionero