domingo, 19 de agosto de 2018
La felicidad se ha convertido en un instrumento de tortura
La felicidad se ha convertido en un instrumento de tortura
(publicado en La Vanguardia el 2 de agosto de 2018)
viernes, 16 de febrero de 2018
El bosque
Puedo verlo, lo percibo sentado en el parque al cerrar los ojos de la cara: somos un bosque.
Cada uno es un árbol, conectado y mamando de la madre Tierra y recibiendo el Sol y el Agua que nos da vida. Llamados a crecer juntos, en ecosistema, interrelacionados y respetando una distancia entre nosotros, sin hacernos sombra.
El tronco y las ramas con sus hojas (lo visible), me habla de lo que somos individualmente. Las raíces (lo que no se ve) representa aquello que somos colectivamente, lo que nos conecta, nuestros lazos.
Miro el bosque de la vida y parece una imagen estática, los árboles inmóviles con un lento, casi imperceptible crecimiento. Pero cuando cierro los ojos observo la Vida que fluye dentro:
• Nuestras hojas son manos abiertas al abrazo, al encuentro con el otro.
• Las flores son la expresión de la alegría y la belleza interior.
• El tronco es el canal por donde suben y bajan sensaciones, pensamientos, emociones, desde la conciencia que está en las raíces profundas hacia la sensibilidad de las ramas más finas.
• La voz nos la prestan los pájaros, el viento y el susurro del chorro del estanque.
• Los árboles que ya no están en pie pasaron a formar parte de la Tierra y siguen realimentando al bosque.
• Nuestras raíces entrelazadas bajo la tierra forman una red que sostiene al conjunto y le da estabilidad, como queriendo decir que el único camino es la Unidad.
• Por encima de todos, el Sol, origen de la Vida, que nos trata a todos por igual.
No está escrito en ningún sitio, pero más allá de la mera supervivencia, subyace el compromiso y la gratitud por la vida, la de cada uno y la del Bosque que nos abraza.
Sentado en el parque, siento la vibración de la vida palpitando desde las raíces hasta las copas. Noto mi vida entrelazada con la de todo ser humano, todo ser viviente, todo Ser, Todo.
Carlos de Vera
miércoles, 15 de noviembre de 2017
domingo, 29 de octubre de 2017
ENCUENTRO VOLUNTARIOS PRH
Os hacemos partícipes de algunos ecos de lo vivido en el último de nuestros encuentros de voluntarios.
Motivación, compromiso, equipo….
Esperamos que os alimente y estimule. Seguimos en contacto.
Proyecto GUINEA
La Asociación Amigos de Andre Rochais impuelsa el Proyecto de Formación PRH "Guinea Ecuatorial" del que os ponemos un enlace para conocerlo:
Y también una carta reciente de agradecimiento que se ha recibido de las participantes del curso ¿Quién soy yo, hoy? que se celebró este pasado verano y fue animado por parte de la Formadora PRH Begoña Esparza:
Y también una carta reciente de agradecimiento que se ha recibido de las participantes del curso ¿Quién soy yo, hoy? que se celebró este pasado verano y fue animado por parte de la Formadora PRH Begoña Esparza:
lunes, 2 de octubre de 2017
PROTESTAR DAÑA EL CEREBRO
Patricia Marinho, coach
Descubre por qué, cuanto más
protestas, más refuerzas ese mecanismo de "protesta" en tu cerebro.
Escuchar a alguien
protestando seguramente te provoque ganas de salir huyendo de la persona
malhumorada. La ciencia explica que una cascada de reclamaciones, además de
llenar los oídos, afecta negativamente a tu cerebro y al funcionamiento de tu
cuerpo. Peor: si eres tú la persona que tiene la costumbre de criticar a todo y
a todos, el efecto también se aplica a tu salud mental.
Pero parece que la costumbre
de protestar acaba formando parte de nuestra vida una y otra vez, ¿verdad? Para
evitar (o reducir) los daños, entrevistamos a la coach de alta performance y
productividad Patricia Marinho, que enseña cómo debemos lidiar con las ganas de
protestar, y consejos prácticos para levantar el ánimo de quien solo ve la vida
en tonos grises. Entre otros consejos, enseña la “regla del agua” para mantener
el optimismo cada día. ¿Qué tal probar?
¿Por qué protestar afecta
negativamente al cerebro?
El divulgador y científico
de la computación Steven Parton publicó un texto en el sitio Curious
Apes sobre cómo el hecho de protestar puede acabar con tu bienestar y
el de los que te rodean, afectando directamente al cerebro de los individuos.
Él explica que, con cada
pensamiento que tenemos, nuestro cerebro se remodela, alterando la construcción
física de la realidad. Esto sucede porque el puente que se forma entre las
células nerviosas (las neuronas) acaba estrechándose cada vez más para producir
ese pensamiento.
“A lo largo de tu cerebro
hay una colección de sinapsis separadas por un espacio vacío llamado espacio
sináptico. Siempre que tienes un pensamiento, una sinapsis dispara un producto
químico a través del espacio hacia otra sinapsis, construyendo así un puente
por el que puede pasar una señal eléctrica, llevando consigo la información
relevante que estás pensando”, detalla.
Sinapsis
“Cada vez que esa carga
eléctrica se pone en marcha, las sinapsis disminuyen la distancia que la carga
eléctrica tiene que atravesar. Por tanto, el cerebro está religado en su propio
circuito, y se altera físicamente para hacer más fácil la realización de las
sinapsis adecuadas – y esto hace que el pensamiento, en resumen, se produzca
más fácilmente.”
Junto a esa capacidad
cerebral, está el hecho de que las sinapsis que tienes más fortalecidas definen
tu personalidad. A fin de cuentas: ese pensamiento que se repite más dentro de
tu cabeza refuerza los puentes dentro de la red de tus neuronas.
“A través de la repetición
del pensamiento, el par de sinapsis que representa sus inclinaciones se acerca
cada vez más, y cuando surge el momento oportuno para que puedas formar un
pensamiento, el pensamiento que gana es el que tiene menos distancia para
viajar”.
Esto significa que, cuanto
más protestas, más refuerzas ese mecanismo de “protesta” en tu cerebro.
Aceptación /disgusto
Steven apunta a otro factor
que hace que las protestas, a veces, destruyan a nuestro cerebro: la dualidad
entre la aceptación y el disgusto, el amor y el miedo, el optimismo y el
pesimismo. En una experiencia personal, el autor resolvió seguir, frente a
situaciones buenas y malas, el precepto de “agradecer la experiencia y la
lección”.
“La naturaleza aprecia el
caos, y nuestro cerebro no es diferente. Por eso es importante subrayar que
ésta, obviamente, no es una práctica a prueba de idiotas que erradique
completamente la negatividad de tu conciencia; a veces, la emoción es muy
fuerte, y el par de sinapsis que llama la carga química será el negativo”,
relata.
“Pero, como cualquier
músculo, si quieres ejercitar esas sinapsis ‘amorosas’, encontrarás una nueva
fuerza innata que hará que el mundo brille con más frecuencia. También te darás
cuenta de que eres mucho más feliz gracias a tu bienestar”.
Escuchar las protestas de
los demás
Cuando escuchas mucho
bla-bla-bla negativo, tu cerebro se relaciona con la otra persona en virtud de
las “neuronas-espejo”.
En esta experiencia, la
empatía con el otro hace que intentemos sentir la emoción que está sintiendo –
y en ese momento, literalmente, “intercambias energías negativas” con tu
interlocutor.
Qué hacer para evitar la
negatividad
Patricia Marinho nos da 8
consejos de comportamiento para escapar de la gente “protestona”. Si eres una
persona así, la especialista también orienta sobre la mejor manera de cambiar
tu forma de ver las experiencias en la vida:
1- “Somos el resultado de
las cinco personas con las que más nos relacionamos”
“Si estás junto a personas
que sólo protestan, en breve te convertirás en alguien así también”, comenta
Patricia.
2 -La palabra tiene mucho
poder
“Si estás en medio de una
crisis y dices que estarás así hasta finales de año, así será”, comenta la
especialista. “Lleva optimismo a la conversación: ‘existe una crisis, sí. Pero
¿qué vamos a hacer para cambiar?”.
3- Procura estar al lado de
personas que son altruistas y optimistas
“Un ancla constituye sólo el
10% del peso de la nave, y sin embargo, basta para detenerle. No dejes que
nadie sea un ancla para ti”.
4- Protestar es un hábito y,
por ello, puede cambiarse
“Nuestro cerebro tarda 21
días en entender que creamos un hábito. Después, se convierte en rutina.” Por
eso, evita mantener actitudes negativas, como respuestas duras y mal humor.
5- Intenta cambiar de tema
cuando una persona se pone a protestar
“Si dices ‘buenos días’ y
esa persona responde ‘¿buen día de qué?’; pídele que respire hondo y que diga
que el hecho de estar vivo ya es motivo para un buen día”.
6- Si alguien protesta a tu
lado, no hagas coro a la crítica
“Ella habla mal de alguien y
tú hablas bien. Un día, esa persona cambiará de comportamiento”, pondera la
coach.
7- Cambia de tema siempre
que te sientas arrastrado por las energías negativas del interlocutor
Si la persona protesta de
algo, pregunta algo como “¿viste que el cielo está despejado?”, para forzarla a
cambiar de asunto.
8- No intentes corregir a
esa persona
Frases del tipo “sólo saber
protestar” o “hablas muy mal” no funcionan, según la coach. “Cuando alguien
hace una crítica, responde con algo positivo”.
Consejo de oro: la regla del
agua
La coach sugiere un hábito a
las personas que tienen la costumbre de protestar siempre. “Lleva una botellita
de agua, y cada vez que pienses en hablar mal de algo, bebe agua y mantén el
líquido en la boca”, explica. “Es un consejo que beneficia a la salud del
cuerpo y de la mente”.
martes, 4 de julio de 2017
EL ATOMO Y EL SUEÑO
El contenido filosófico y moral de los descubrimientos
científicos que nos han llevado a la Luna aún no ha penetrado en la mentalidad
de la gente, ni siquiera en la de muchos científicos, políticos y profesores.
Se funciona aún con la mentalidad científica del siglo XIX, mecánica y
materialista, cuando la física cuántica subatómica y la física relativista
astronómica señalan claramente la caducidad de los esquemas mentales
establecidos hace tres siglos por Newton y Descartes.
La
teoría cuántica, iniciada en 1900 por Max Planck, demuestra que la energía no
se trasmite de modo continuo, sino a saltos, en paquetes llamados quanta; en
desarrollos sucesivos, el príncipe Louis de Broglie establece que un corpúsculo
subatómico como el electrón es, a la vez, partícula y onda, cosa imposible para
la lógica aristotélica con que aún nos movemos. Poco después, también en los
años veinte, Heisenberg establecía el principio de indeterminación que señala
la imposibilidad de determinar la trayectoria de una partícula subatómica. Con
ello, el principio de causalidad, en que se asienta la mecánica newtoniana y
nuestra manera de pensar actual, se tambalea y es preciso dar entrada a leyes
de probabilidad. Pero hay más.
El concepto de ondas de materia o partículas que son
ondas, formalizado por Schrödinger siguiendo a De Broglie ha completado el
proceso de desmaterialización de la materia. Al refinarse los aparatos para
penetrar más allá de donde alcanza la vista, hacia los pequeñísimos fenómenos
subatómicos, se ha descubierto que la materia no está hecha de bolitas sólidas,
duras y tangibles, sino que esto es una mera ilusión debida al limitado poder
de discernimiento de los conos y bastones en la pupila o de las células y
neuronas táctiles. La realidad es mucho más fina, compleja y fugitiva que la
filtrada imagen que nos dan de ella los sentidos. La sustancia de que están
hechos protones, electrones y demás partículas es algo más bien parecido a la
tela con que se tejen los sueños.
Se
cumple pues, cómo no, la genial premonición del poeta, en aquellas mágicas
líneas de Shakespeare, al final de La tempestad, cuando Próspero disuelve con
su varita mágica el encanto del escenario y advierte a los hechizados
espectadores: “Nuestras peripecias terminan aquí: estos, nuestros actores, como
ya os advertí, eran espíritus y se funden en el aire, en el sutil aire, y como
la fábrica de esta visión se disolverán, no dejando tras de sí ni las trazas:
estamos hechos de la materia de los sueños y nuestra minúscula vida envuelta en
ellos”. Y Píndaro: “La sombra de un sueño es el hombre”.
Curiosamente,
si nos fijamos en la estructura formal del inconsciente, tal como Freud la ha
tipificado por su análisis de sueños, alucinaciones y fenómenos parecidos, no
podemos evitar sorprendernos ante la increíble semejanza entre ciertos aspectos
de la psicología del subconsciente y la estructura del mundo subatómico. La
disolución del principio de causalidad es común en los sueños y en el átomo. En
el sueño volamos fuera de espacio, tiempo, causa y efecto, y lo absurdo parece
plausible. Exactamente lo mismo sucede con las partículas en el mundo
subatómico: hay electrones con tiempo negativo, es decir, que vienen del
futuro, según dedujo Feynman, y hay partículas mellizas, según comprobó Alain
Aspect, que quedan afectadas inmediatamente y a distancia por lo que le sucede
a la otra. Los experimentos de Thomson hicieron pasar, aparentemente, un
electrón por dos agujeros al mismo tiempo (sobre lo cual comentó sir Cyril Burt:
“Es más de lo que puede hacer un espíritu”). En esta segunda mitad del siglo,
la evolución de la física toma un giro todavía más surrealista: John A.
Wheeler, de Princeton, propone la existencia de “agujeros negros”, hipotéticos
pozos en el espacio intergaláctico donde la masa de una estrella apagada, que
ha sufrido colapso gravitacional, se precipita a la velocidad de la luz,
desapareciendo de nuestro universo. En estos apocalípticos sumideros del
espacio, las ecuaciones de la teoría de la relatividad generalizada deducen que
la curvatura del espacio se hace infinita, el tiempo se para y las leyes de la
física se invalidan. La malla de incompatibilidades a la razón aristotélica que
se da en los sueños resulta ser la más pura normalidad en los procesos subatómicos
y galácticos.
Lo
que la física moderna ha revelado, pero la sociedad aún no ha mentalizado, es
que en el nivel microscópico los criterios de realidad son fundamentalmente
diferentes de los que aplicamos en nuestro nivel; dentro del átomo nuestros
conceptos de espacio, tiempo materia y causa no son válidos y la física se
convierte en metafísica con un inesperado sabor a misticismo. La dicotomía
cuerpo espíritu es exactamente tan real y verosímil, o irreal y absurda, como
la dicotomía, observada en el laboratorio, materia onda. La física subatómica
se mueve hacia el mismo sistema de categorías no espaciales, no temporales y no
causales que el psicoanálisis descubre en el estudio del subconsciente. El
modelo del universo que se tenía en el siglo XIX está anticuado y, dado que la
mismísima materia ha sido desmaterializada, el materialismo ya no puede
considerarse como una filosofía científica. Creo que por esta confluencia del
átomo con el sueño puede hacerse real el mundo de la inteligencia artificial y
del robot humano.
Luis Racionero
Suscribirse a:
Entradas (Atom)